
He seguido con profundo interés las consecuencias que ha acarreado para la Democracia Cristiana lo decidido en su junta.
Desde que tengo memoria, la Democracia Cristiana era -tiempo pretérito- un partido que infundía respeto: la integraban personas cuya honestidad y liderazgo eran incuestionables. Eduardo Frei Montalva, Bernardo Leighton o Radomiro Tomic eran conspicuos militantes con características de liderazgo y dedicación que inspiraban respeto y admiración.
Pero, debemos asumir la descarnada realidad: los militantes de la DC, salvo honrosas excepciones, dejan harto que desear. Cierto es que se le ha dado lugar a la participación femenina, y en el último tiempo tiempo han surgido figuras como Mariana Aylwin, Ximena Rincón y ahora Carolina Goic.
Reconozco en Carolina Goic a una mujer potente, de mucho potencial y grandes condiciones de liderazgo, además de ser una guerrera que enfrentó una enfermedad hasta ganar la batalla. Es una mujer admirable, líder innata y de muchas condiciones que le permitieron llegar a representar una gran carta para aspirar a la Primera Magistratura de la Nación.
Consultada por el caso del diputado Ricardo Rincón y su ya conocido acto de abuso, violencia intrafamiliar y maltrato físico a su expareja, manifestó sin rodeos y sin un asomo de dudas que el “honorable” no debía presentarse a la reelección. Es más, señaló tajantemente que nadie que tuviera un historial dudoso en cuanto a su participación en actos constitutivos de delito podía siquiera pensar en postularse a un cargo de representación popular.
Pues bien, la Democracia Cristiana ha hecho tabla rasa con la declaración de la timonel del partido; no solo eso, sino que con su actitud de apoyar la candidatura de Ricardo Rincón para un nuevo período parlamentario, ha echado por tierra los valores y principios de un partido que se dice “cristiano”, demostrando que no le importa tener en el Congreso a un personaje abominable y al que toda la ciudadanía repudia. Y el señor Rincón ha demostrado que no tiene pudor, vergüenza ni decencia. Si tuviera principios y valores, no tendría cara para presentarse, y en un acto de dignidad póstuma, renunciaría a sus aspiraciones de volver a pisar siquiera el Congreso Nacional. Pero bien sabemos que el ansia de poder y el afán por el dinero destruyen todos los valores del ser humano.
La Democracia Cristiana, por su parte, ha mostrado su verdadera cara ante la ciudadanía. No respalda a su máxima dirigente, le da vuelta la espalda a su candidata a presidenta y la deja en la más absoluta indefensión.
Adicionalmente, ha demostrado claramente que es un partido tremendamente machista, dominado y manejado por hombres que simulan, en una actitud hipócrita y condescendiente, concederle un lugarcito a las mujeres entre sus filas.
Triste y vergonzoso espectáculo el ofrecido por el que otrora fuera el partido político más importante de Chile, protagonista de grandes cambios en el país, y uno de los principales artífices de la reforma agraria.
No queda más que decirle a la señora Carolina Goic que su propio partido sepultó su candidatura y le ha propinado el peor golpe que pueda experimentar un líder: ha sido traicionada, y por sus más cercanos, por quienes en ella más confiaba. No quisiera encontrarme en su lugar, debe sentirse triste, frustrada y decepcionada. Lamentable episodio de la política nacional, que pasará a la historia como la peor traición hacia su propia abanderada.
En cuanto a Ricardo Rincón, espero que la ciudadanía demuestre respeto por las mujeres y no le conceda ni un voto. Si es elegido, será una demostración mas de que, como decía el principe Hamlet: “algo huele mal en Chile”.