Está acongojado… preocupado. Hay muy pocas banderas que hacer flamear entre los macizos y cuadrados cajones grises de cemento y muchos solitarios mástiles vacíos en las casas viñamarinas. Pero, en sus multicoloridos alrededores campesinos, junto a modestas moradas, flamean los tricolores en lo alto de un delgado y retorcido tronco.
Menos volantines que encumbrar en los hermosos cielos y menos humo de asados que disipar y ningún remolino.
En tanto en el interior de un magnífico templo evangélico, como suave brisa, tuvo que transmitir a los oídos de decenas de feligreses y dignos invitados, las agresivas e insolentes palabras de un individuo que desprestigió a sus hermanos al ofender a la más digna invitada, a una mujer, a la Presidenta del país.
Actitud que niega su calidad de representante de una respetable y querida cofradía religiosa cuya expresión no tuvo nada de cristiana, de respeto, de buen trato, de aprecio hacia la principal invitada, sino que expresiones desatinadas, inoportunas y no propias de un representante de esta institución. Les faltó el respeto a sus propios hermanos de fe.
Ejecutor de un contubernio de manos ocultas como aquellas de otro Septiembre del pasado.
El desagravio debe involucrar la aplicación inmediata de alguna medida a este individuo de esta digna y respetable Institución a la que ha desacreditado profundamente.
Y ocurre otro suceso. El rector de la Universidad Católica de Santiago obliga al viento a hacer flamear, a media asta, muestra bandera. Vulgariza un solemne gesto cívico que se le ofrece al fallecimiento de una destacada o destacado ciudadano. Ha ofendido a nuestro noble emblema patriio, a todas las universidades, a la propia, a sus funcionarios, a sus estudiantes y a sus profesores, al país entero desde nuestra digna Presidenta hasta el ciudadano más humilde en el mes que le rendimos homenaje a la Patria.
Nuestro hermoso país se merece el modesto homenaje de afecto y de agradecimiento por haber nacido en él, por lo menos de una bandera flameando contra el cielo azul con sus nubes algodonadas, y que nos una y nos permita aceptar nuestras diversidades…
Créditos fotografía: La Segunda Internet
