A MI PRESIDENTE Sr. SEBASTIÁN PIÑERA ECHEÑIQUE

Si, don Sebastián, mi presidente porque la mayoría de los ciudadanos lo eligió en un correcto y democrático acto público. Votaciones públicas y transparentes que son nuestro orgullo, lo único que es confiable y ha perdurado hasta estos años de comprometida y manipulada democracia. Parte fundamental de nuestra tradicional democracia, destacada en el concierto de naciones, inmolada por grupos de chilenos con abyectos intereses en 1973.
Usted y yo somos pueblo, desde el momento que somos ciudadanos. Lo respeto por ser persona, por ser padre, por ser conciudadano, por su interés por nuestro país. Por ser Presidente legítimo y constitucional, desde el momento que fue ungido por nuestro Congreso Pleno, constituido por los únicos representantes que tienen el poder de hacerlo en nuestra República.
Hace algunos días lo escuché en televisión, en relación al plebiscito. De repente “quedé lelo”, cuando se refirió a los “adversarios” por sus oponentes a su gestión y política de Gobierno, y a algunos de su equipo con indesmentibles antecedentes y relación con el gobierno dictatorial, de amargo recuerdo en la memoria colectiva del país.
Respetuosamente creo que está en un profundo y grave error en la concepción de pueblo, de nosotros los ciudadanos. Nunca hemos sido ni adversarios, ni menos enemigos entre nosotros, salvo cuando sectores oligarcas nos llevaron a dividirnos y a experimentar experiencias plagadas de violencia ciega, traumas dolorosos y destructores de nuestra historia. Víctimas del atentado a nuestra democracia, fallecieron un presidente y un expresidente, de la misma forma que hace 129, otro presidente se suicidara en aras del progreso material y su convicción del derecho a la educación de todos los hijos de esta patria.
La revolución de 1891 contra el brillante Gobierno de José Manuel Balmaceda dejó un saldo de más de 5.000 heridos y cerca de 4.000 muertos, todos ellos dispersos en campos de batalla. El más reciente, el golpe cívico-militar de 1973, sólo violencia unilateral y desigual, con desaparecidos, torturados, fusilados. En ambos casos nos empujaron a enfrentarnos entre nosotros, enarbolando intereses abyectos en lo económico, social y religioso. Sólo así lograron transformarnos en adversarios y enemigos.
De acuerdo con el Informe de la Comisión Valech II, más de 3.000 personas murieron o desaparecieron entre 1973 y 1990. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) de Chile, las víctimas de la dictadura superan las 40.000 personas. Y ¿ cuál fue la causa de esos asesinatos? , aparentemente sólo la decisión mayoritaria de la ciudadanía, ratificada en su momento por el Congreso Pleno, de la asunción a la Presidencia de un político que demostrara con su vida su convicción demócrata, Salvador Allende Gossens.
Usted en cambio no tiene adversarios entre la ciudadanía. Tiene oponentes demócratas, oponentes a usted y al gobierno que dirige. Los millones de chilenos que se manifestaron en Octubre, no son adversarios de usted ni de nadie. Es la voz cansada, dolida, decepcionada, angustiada de un pueblo que ni usted, ni los parlamentarios, ni los políticos, han querido escuchar durante largos años.
Ellos, transformados en creciente mayoría, son adversarios y enemigos de la violencia, ya sea masificada, policial o delictual. Somos, y me sumo porque soy de ellos, adversarios y enemigos de las dictaduras, de la pobreza, de la politiquería corrupta y lucrativa. Somos enemigos de todo tipo de discriminación surgida del manual neoliberal: de la Educación, de la Salud y de la Previsión con fines de lucro. Seguiremos combatiendo la desigualdad social y denunciando la corrupción institucional. No aceptamos la depredación y apropiación de nuestras riquezas naturales. No renunciaremos a luchar por la soberanía de nuestros servicios básicos vitales. Nunca más seremos pasivos ante la desprotección del medio ambiente, del manejo del agua, de la riqueza de nuestro mar y de nuestros minerales.
Seremos adversarios del narcotráfico y denunciaremos el manejo de la Pandemia con las reglas del Neoliberalismo. Ya no seremos neutrales , ante la sordera frente a las justas demandas de reconocimiento y dignidad de nuestros pueblos originarios.
Señor Presidente, usted ha debido enfrentar dos gravísimas crisis nacionales, ambas aún pendientes : la Sanitaria y la Social, que llegaron a su cúspide de tensión entre octubre y noviembre. Sobre esta última , la social , algo se alcanzó a legislar, pero quedó en espera por la pandemia. Como ciudadano común y como médico, veo que la insatisfacción perdura y que la tensión social va en aumento. Para resolverla debe confeccionarse una solución a nivel nacional, que sea ampliamente participativa, donde esté presente la ciudadanía para ser escuchada. No la violencia estatal de un nuevo ministro de preocupantes y no olvidados antecedentes.
Nuestros únicos representantes, los parlamentarios, diputados y senadores, deberían terminar sus rencillas absurdas, que dan cuenta de lo alejados que viven de la realidad, y abocarse a la búsqueda de soluciones para el pueblo noble que les dio su confianza en las urnas, dejando de lado viejos compromisos con quienes se han dedicado siempre a ”financiar” las campañas políticas. Diputados y senadores, “ representantes de la ciudadanía”, debieran acercarse y conocer a las instituciones cívicas, vecinales, a las redes sociales, laborales, a los gremios, estudiantes, universidades, colegios profesionales y otros. En seguida, llevarle al gobierno, a su gobierno, esas voces y realidades tan poco escuchadas y visualizadas , para trabajar en conjunto la solución a esas demandas tremendamente justas, que agobian a la gran mayorías de nuestro país, demandas voceadas, cantadas y enarboladas en las anchas alamedas de la Patria.
Con mis respetos
Dr. Hernán Lillo Nilo
(hernanlillonilo@gmail.com)
Valparaíso, octubre de 2020